LA LEYENDA DE IXCHEL Y ANAM

AUTOR: GUADALUPE VELÁSQUEZ ARBALLO 

–OBREGÓN 

Originaria de Cd. Obregón, Cajeme. Ha reseñando y realizado presentaciones de libros. Es integrante activa del Taller Literario “Después del Café” y Coordinadora del mismo de noviembre de 2017 hasta octubre de 2019. Ha participado en actividades de fomento a la lectura con la Biblioteca Municipal “Jesús Corral Ruiz”, así como en las antologías: “Vagones de Letras” (MUSOR 2014) y “Voces de Madera” (2015), Tercer Aniversario “Después del Café” (agosto 2017), y en antologías estatales de cuentos sobre la locura: “Las cabras al monte” (Nov. 2016); III y V Encuentro Estatal de Cuento “Edmundo Valadés” (Abril/2017); y la pequeña Antología de cuentos y poesía “Tachiria”, editada por APALBA (Octubre/2019). Ha colaborado con la revista Intersección del ITSON, en el periódico cultural “La Voz del Norte” de Mocorito, Sinaloa y en la revista cultural “Yuku Jeeka”, editada por APALBA. Fue instructora del Café Literario de la Universidad La Salle Noroeste de Ciudad Obregón, de enero de 2017 a noviembre de 2019. 

Nikté, diosa del orden se deslizaba plácidamente a través del cosmos, eterno y cambiante; observando con cuidado y curiosidad cada galaxia que exploraba. Su deber, era cerciorarse que todo funcionara de manera armoniosa, que cada elemento de la creación estuviera en equilibrio y cumpliera su ciclo, como estaba predestinado; por el misterioso orden del universo. 

En uno de sus recorridos, se encontró con Ixchel, piel de alba, suspendida en el oscuro terciopelo del infinito, esperando a ser bañada por el aliento de la gracia de Dios; centro de su senda y cuna. Era el momento en que se haría notar por Anam, cubriendo con el albor de su aureola, parte del contorno de su cuerpo. El discurrir del tiempo, hacía que se revelara ese bello suceso en el que Anam, paciente esperaba tan deseado abrazo, el cual duraba siete eternidades. Cada eternidad, agitaba su interior y le provocaba pleamares en sus arenas marinas. 

Nikté, había observado con detenimiento ese polvo estelar que bañaba de embrujo al pequeño Anam y sintió envidia, así que decidió buscar la manera de que nebulosas se formaran entre él e Ixchel, para que no volviera a ocurrir dicho encuentro; aunque sabía que alteraría el ciclo natural de las constelaciones y el viaje de los demás cuerpos celestes de ese sistema, no le importó y continuó con su viaje. 

Anam quedó sumido en la oscuridad, más intensa que la de sus propias noches. Empezó a sufrir estragos en su ciclo vital, tanto, que se le empezó a agitar el alma, provocando fracturas en su débil tez. Su aliento se extinguía poco a poco y se entregó a su inminente final. Mientras tanto, Ixchel con un brillo mortecino, se iba convirtiendo en sombra de lo que fue. 

Xulum, creador del universo, se dio cuenta del desafortunado hecho y le ordenó a Nikté que regresara de su viaje y se presentara ante él para dar cuenta de sus actos, pero ella no quiso decir su motivo, así que fue reprendida por Xulum y la confinó por algunos milenios en el agujero negro del exilio. Después, con su halo divino, retiró las nebulosas entre Ixchel y Anam y de nuevo todo volvió a su curso natural. Desde entonces, Ixchel con su belleza antigua, tiene su encuentro con su amado Anam, cada ciclo, por siete eternidades.